16 de junio de 2011

El mundo está cambiando... dicen!


Y es que hay quien se queja de los políticos, de los representantes sociales, de los llamados representantes del pueblo... ¿alguno de verdad nos representa? ¿o representan los intereses de su colectivo? ¿o se representan a ellos mismos?

2 comentarios:

historiadora dijo...

Bonita reflexión, sí señor, muy bonita. Aunque muy demagoga también.

Puede ser perfectamente que haya políticos que no representen a sus representados, ciudadanos y ciudadanas que no se sientan representados por sus políticos y muchísimos otros que ni siquiera tengan la necesidad de verse representados.

Ahora bien, la democracia, esta democracia, está comprobado que es el mejor y más justo de los sistemas de gobierno que existen en el mundo.

Es nuestro deber respetar las normas de convivencia y representación que supone vivir en sociedad y por tanto, no es justo hacer demagogia con nuestro marco normativo.

Es importante que nuestra sociedad reflexione, acerca del papel que juegan nuestras instituciones y quienes ostentan la representación de la sociedad pero también sería justo que la ciudadanía reflexione acerca de lo que como individuo aporta al colectivo y no se acabe convirtiendo en un mero usuario de servicios y crítico injusto con el sistema.

Todos somos sociedad y ésta, sin los individuos, no existe por sí misma.

Así que cada uno de nosotros debemos definir cual ha de ser el papel que jugamos en nuestra vida y sobretodo que es lo que vamos a aportar a la sociedad desde nuestro individualismo para que perdure a lo largo de los años y traspase generaciones.

Galeano dijo...

Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las victimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.