Vielha

Viaje relámpago a Vielha. Por motivos de trabajo, sí. Dos días sin dejar de correr, sí. Pero me he llevado una grata sensación y un único pensamiento: volver.
La verdad es que nunca antes había estado y es un lugar para recorrer, para entretenerse, para respirar, para mirar al mundo desde sus cumbres. No sólo Vielha, sino toda Val d'Aran i la Val de Boí.
Siempre había sentido especial predilección por Taüll. Sus iglesias, iconos del románico catalán, Sant Climent i Santa María de Taüll especialmente, me atraen desde que las conocí en los libros de Historia del arte de BUP y Bachillerato. No he podido ir a verlas, pero ya tengo excusa. No sabría decir que Pantocrator me gusta más (expuestos actualmente en el MNAC, ya que fueron vendidos en los años 20 y posteriormente comprados por el museo), aunque sí decir que la arquitectura de Sant Climent de Taüll supera con creces, para mi, cualquier otra obra del románico lombardo catalán. La belleza y armonía de su campanario la hace inigualable. Los tres ábsides que cierran la iglesia de forma lineal y uniforme acaparan la atención incluso a cualquier turista no puesto en arte. Merece la pena contemplar la inclinación de los dos campanarios sobre sus iglesias, y según dicen, a los turistas que se acercan. Muchos deciden no entrar por si acaba cayendo en ese momento. Curiosa percepción cuando dicho campanario tiene más de 9 siglos. No se puede dejar escapar una oportunidad y gozar de las vistas desde el valle en el que se encuentra.
Son sin duda lugares para relajarse y abrir la mente, enajenarse y contemplar por el mero hecho de conocer qué nos muestra la naturaleza. Una naturaleza que aún agreste y fría debido a la climatología, goza de una belleza inquietante también debido a su propia quietud. Parece que nada se mueve ni lo ha hecho durante siglos.